3.05.2015

Grabada en la piel


Alguien podría pensar que, aunque el producto mediante el que consumimos música sea el elepé, el álbum; lo que tiene de suyo la música es la canción. Siguiendo esta idea, ese alguien podría esgrimir que si Led Zepelin IV es recordado al instante es por Stairway to Heaven o que la primera frase que a él le viene a la cabeza al ver la portada del Highway 61 Revisited es el How does it feel... En parte esto es cierto, claro. El objeto de la música es, al menos en un primer momento, la canción.
Hoy en día las nuevas formas de consumo musical han multiplicado este efecto. De hecho puedes perfectamente haber escuchado cien mil veces Like a Rolling Stones sin conocer la portada del disco en el que se incluyó. Estos nuevos medios de consumo permiten hacer listas (que no discos, claro) al instante, sin la necesidad de cintas de casete, sin cedés vírgenes, sin grabar nada, sin gastar nada. Nunca tanto como ahora la canción había cobrado esta importancia. Youtube permite escuchar cientos de versiones en directo de un mismo tema; puedes escucharlo en su época embrionaria, puedes colgar tu propia mezcla del tema e incluso puedes hacer una versión de la canción, grabarla y colgarla para que todo el mundo pueda ampliar su colección de versiones. Los temas adquieren un carácter infinito que complace precisamente por esa infinidad.
Ahora bien, esta supremacía de lo individual hace que el conjunto, el envoltorio, el contexto se desvanezca. El todo jamás es la suma de sus partes y menos la suma de una parte con la nada. El diseño de las portadas, la producción de un disco, el disco como concepto (disco conceptual) y como producto cultural cede su parcela a los cinco minutos que con suerte (esa es otra) dura el tema.
¿Esto es bueno? ¿Es malo? ¿Dejará definitivamente el álbum de ser el producto estrella del mercado musical? ¿Lo ha hecho ya?
Podría pensarse que cuando un/a músico graba un disco lo planifica de la misma forma que un escritor planifica una novela ¿Podríamos entonces pensar en consumir literatura solo con un capítulo del libro? ¿Podríamos consumir cine viendo escenas inconexas de una película? Si aceptamos este paralelismo entre literatura o cine y música, esta supremacía de la unidad nos deja a medias, nos deja sin contexto y sin un contexto no podemos entendernos; sin un contexto, como dijo Kiko Amat, nos convertimos en unos postmodernos, y "cualquier cosa antes de ser postmodernos". Contexto como lenguaje y como forma de comunicación del músico con su potencial público. ¿Tienen las canciones contexto propio? Sin duda. Pero no creo que sea comparable.

2 comentarios:

  1. Interesante reflexión, además muy bien explicada. Además es una reflexión propia de alguien a quien le gusta la música de verdad, porque no es el pensamiento típico que asalta a alguien mientras escucha Los 40 principales.

    Imagino que, a nivel más comercial, la canción (por sí sola) es la que lleva la voz cantante (valga la expresión). Pero para los auténticos aficionados a la música, los que tienen una perspectiva más amplia y son capaces de disfrutar tanto de cada canción como del mosaico que forman todas las canciones de un disco, el disco seguirá significando algo más. En resumen, que para los que escuchan a Justin Bieber, escuchar canción a canción es suficiente; pero para los que aspiran a otros estilos y más talento y sutileza, el disco en conjunto siempre será importante.

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    1. Claro. Otra metáfora es ver el disco como un álbum (valga la redundancia) de fotos. Si tienes que ver una serie de fotografías de tu vida y solo ves una de cuando tenías dos años y otra de ahora, no nos vamos a enterar de nada. Es muy probable que igual ni te reconozcamos. Así, la idea es la continuidad de un álbum con todos los temas tal y como su autor (o su productor) desea que se ordenen.
      Sea como fuere, muchas gracias por la visita!!!

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