2.29.2012

Cincuenta años de música


Uno de estos días se van a cumplir (o se han cumplido ya) cincuenta años desde la primera aparición de una cinta de casete en el mercado. Mucho más analógicas que el cd y sin el encanto retro del vinilo, las cintas fueron quedando relegadas a las guanteras de los viejos coches, y cuando esos viejos coches iban al desguace las cintas los acompañaban. 
Mis primeras copias fueron de Parchís y alguna BSO de Disney (La Bella y la Bestia si no recuerdo mal). Luego vendrían Bom Bom Chip, alguna cinta grabada de la radio y alguna de Kiss o Black Sabbath. Muchas de éstas se tiraron a la basura, otras fueron regaladas a primos y algunas simplemente desaparecieron sin más.
Hace algunos meses leí que Dinosaur Jr. iban a publicar una edición especial en casete de sus tres primeros discos. Esta edición era limitada y numerada a mano. En ese momento, al leer esta noticia, me volví a acordar de mis viejas casetes, de los viajes en coche escuchando a Los Pecos, pasando de la cara A a la B una y otra vez hasta que alguien protestaba y entonces mi padre cambiaba la cinta de Los Pecos por una de Juan Pardo.
Decían en la radio que sólo los mayores de veinte nos acordábamos ya de las cintas. En ese momento descubrí mi recién estrenada madurez al recordar las noches en las que no me dormía hasta que no sonara esto en mi walkman.
Han pasado diez años desde la última vez que escuché una de mis viejas casetes, pero en ellas, en esas mañanas de domingo en el rastro rebuscando en polvorientas cajas de cartón las cintas de los conjuntos (sustantivo con el que mi padre se refiere siempre a los grupos), es donde nació toda la curiosidad musical que hoy me hace escribir este blog.

2.18.2012

Instantes

Ha muerto Enrique Sierra. Durante un instante me acuerdo de aquella película (Shacky Carmine) en la que participó. Interpretaba al guitarrista de una banda, papel que tendría memorizado desde sus años con Kaka de Luxe. En un segundo instante le pongo cara al bajista de aquella ficticia formación.
Durante otro instante, más breve aún que los anteriores, me acuerdo de algún concierto de Santiago Auserón. Recordé aquel que ofreció enfrente de la playa de Poniente este verano. Siguen los instantes y yo sigo en el verano, en los conciertos del verano. Como en ese otro concierto de Sr. Chinarro y Nacho Vegas y José Ignacio Lapido y....
Entonces, en el penúltimo instante, suenan los acordes de Enamorado de la moda juvenil, esa cancioncilla que tiene tanto de exitosa como de teatrera. En una décima de segundo mi pensamiento se posa justo encima del flequillito rubio de Santiago Auserón. ¡Qué ridículo estaba! En fin, que me he acordado de todo esto después de saber que Radio Futura jamás se volverán a reunir. Y es una lástima. Por un instante habíamos pensado que los ochenta salían a nuestro encuentro.

2.05.2012

El arte de repetir

 
















Muchas veces siento la necesidad de ver una película quince días después de haberla visto por cuarta o quinta vez. Si le cuento esto a alguien, ese alguien se sorprende, me mira con el ceño fruncido y me pregunta si no me cansa ver tantas veces la misma película. Obviamente no. Si la película es buena cómo es posible que te canse. Aproximadamente una vez cada quince días suelo escuchar el After the Gold Rush de Neil Young. Supongo que esto no extrañe a nadie (bueno igual a Neil si le extrañaría, pero sólo sería por falsa modestia). Ahora bien, el hecho de volver a ver una película parece abrir llagas en la piel de las personas de mi alrededor. Pues sí. Lo hago. Y no me canso. 
Durante una temporada vi un par de veces al mes The Straight Story de David Lynch. Y no me sentía mal. No sentía que estaba perdiendo el tiempo. Todo lo contrario; no sé cómo se puede aprovechar mejor el tiempo que con una bella historia construida sobre un bello fondo sonoro.
Cierto es que después de un año la llama se apaga y el número de veces va decreciendo hasta llegar a un número normal (¿una vez al año es un número normal?), pero no será por cansancio. Igual es por saciación.
Parece ser que mi capacidad de saciación está atrofiada, al menos no funciona como marca la norma.
Y para seguir con la tradición prometo volver a ver L'Illusionniste de Sylvain Chomet, probablemente la mejor película de animación de la que he podido ser espectador.