1.26.2012

Belle & Sebastian-The boy with the arab strap


Tiene este disco algo de sensual (con n, no con x), algo de  sexual (con x, no con n) y algo de romántico. A partes iguales; un tercio de cada cosa. Es el tercer Lp de Belle & Sebastian.
La primera referencia que tuve acerca de este álbum es esta. En la película Alta Fidelidad suena Seymour Stein, sexto corte del disco. Se me quedó la melodía en la cabeza y hasta que no escuché la canción veintisiete veces no conseguí dejar de canturrearla por todos los rincones de la ciudad. 
The boy with the arab strap es un Lp de melodías pop agridulces que llevan impresas la típica flema que caracteriza a Belle & Sebastian. Está considerado como el mejor trabajo del grupo. Probablemente lo sea.

1.21.2012

Primero nos enseñan a leer y luego nos esconden los libros


Hoy no hablaremos de ningún disco o película. Pido perdón antes de tiempo por esta digresión. Pero se me antoja más necesaria que nunca.
Probablemente ya se hayan dado cuenta de que estamos sumidos en una profunda crisis económica (yo también añadiría política, ética y moral). Áreas como la sanidad o la educación sufren severos recortes que empequeñecen nuestro presente y enturbian nuestro futuro. La cultura no sufre recortes, la cultura ha sido casi eliminada, cercenada de nuestras instituciones públicas. Sin ir más lejos, el Ministerio de Cultura se ha disipado entre vaguedades y naderías, equiparando, a todos los efectos, el deporte y la cultura. ¿Es legítimo?
Una sociedad que no defiende la cultura está condenada a la oscuridad, y en la oscuridad no se ve nada. Y si no vemos nada, los que nos gobiernan pueden hacer lo que les venga en gana, sin contar con el juicio o la critica de ningún fulano.
La revolución cultural que much@s habían anunciado con el advenimiento de la ficticia era de la información se ha quedado en una cacerolada (de la información) enfrente de la puerta de un ministerio.
Más datos que nos hacen sospechar. A mi alrededor veo cómo el poder va ocupando descaradamente todas las áreas que la cultura ocupaba (o que debería ocupar) por derecho propio. A los poderosos les asusta la cultura, por eso cuando están en la cima es lo primero que echan abajo.
Cuando las alcaldesas nos preguntan qué conciertos queremos en verano, nosotros respondemos U2 y Bruce Springsteen. Nos traerán a Camela y alguna zarzuela. Nos cierran centros de arte y festivales literarios, pero tienen la impostada decencia de preguntarnos antes de hacer lo que ya tenían pensado hacer desde el principio.
Jamás la economía debería estar por delante de la cultura (de la educación, de la sanidad...). Pero lo está.  La cultura está condicionada por la economía, como también lo está el poder. ¿Tiene remedio? ¿Tiene sentido? Repito, ¿es legítimo?

1.14.2012

Cuando éramos los reyes de Hide Park


No soy viejo. Temo serlo algún día, pero de momento no lo soy. Sin embargo van apareciendo en mí ciertos recuerdos y nostalgias (recuerdos nostálgicos) propios de edades más cercanas a la alopecia que al acné. Y pensando en estas cosas se me han venido a la cabeza un par de canciones en las que también se describen ciertas correrías y experiencias adolescentes. Ahí van los dos temas.

Cuando éramos reyes de Quique González.
Es la típica canción que sólo se puede escribir cuando estás alrededor de la treintena. No me imagino a Quique componiendo actualmente una canción como esta. La canción está incluida en Personal, primer disco del madrileño.




Hyde Park de Cooper.
Es la canción que abría el álbum Aeropuerto de Cooper. Con un poso más nostálgico que la anterior, esta canción va desgranando los recuerdos de una estancia en Londres al amparo del verde abrazo de Hyde Park.
Por cierto, Elefant Records publicó un Ep para celebrar el Record Store Day Spain, que contiene en su cara A este tema en directo. Recomendadísimo.

1.02.2012

Fernando Arrabal-Carta al General Franco


Debido a la perpetua insistencia de algunos medios de comunicación, la primera imagen que me viene a la cabeza al leer el nombre de Fernando Arrabal es aquella en la que el dramaturgo se recrea en su especial opinión acerca del milenarismo con evidentes síntomas de embriaguez.
La cerrazón de algunos programadores televisivos no debería poder más que la realidad. Y la realidad es que la obra de Arrabal es extensa, heterogénea y culturalmente rentable.
Estos primeros días del 2012 he podido leer el libro Carta al General Franco, publicado en 1972 en París. Pocas veces un título resume tan bien el contenido de una obra literaria. En formato epistolar, Fernando Arrabal repasa algunos de los horrores a los que el destinatario de su misiva le condenó a él y a todo su país. A partir de la desaparición de su padre, Arrabal expone sin el más mínimo odio o rencor todo el daño que el régimen franquista supuso en su vida.
En un ejercicio que se nos antoja terapéutico, Arrabal agarra la pesada carga que supuso en su vida la represión, la censura, el odio, la incomprensión, la necedad y la muerte —sobre todo la muerte— y la deposita sobre los hombros de su responsable.
La media sonrisa que se dibuja en mi boca imaginándome al tirano leyendo la carta, con el pulso parkinsoniano y repasando con su aflautada voz algunos parrafos en voz alta, se borra al caer en la cuenta de que es muy probable que Franco jamás leyese ni una sola palabra de esta carta dirigida a su persona. Y es una pena, porque es un libro precioso. Y además es un estupendo ejercicio de memoria histórica. Ambas cosas le hubieran venido de perlas a Francisco Franco.

En aquella época ¿era huérfano?
¿Qué pasó con mi padre?

Creo que tengo derecho a pedir explicaciones a usted y a sus ministros.
Un hombre enterraba mis pies en la arena. Era la playa de Melilla. Recuerdo sus manos sobre mis piernas. Tenia tres años. Mientras que el sol brillaba, el corazón y el diamante estallaban en infinitas gotas de agua.
Cuando me preguntan quién es el ser que más me ha influido, respondo que fue un ser del que sólo llego a recordar sus manos junto a mis pies: mi padre.